se me ha caído el corazón otra vez
y lo he roto.
Me di cuenta en la puerta de embarque
de una ciudad que lloraba mi marcha,
pero no tanto como la pérdida.
Me dejé un trocito despintado,
entre rojo y gris.
Desteñido por las lágrimas,
tenso por la risa,
agrietado por la nieve,
desgastado por la vida.
Ese trozo se me ha hecho polvo
y ha volado en mi dirección,
pero sin mí.
Y he vuelto sin él,
pero con el hueco.
Lo llené en el norte del norte,
y en el centro,
y en el sur del sur.
Con un polvo mágico
(que dicen los insulares que da poderes),
con ciudades de colores,
con carreteras infinitas,
con fuegos artificiales,
con noches que duraban días.
Y este agujero se me hace más grande por las noches.
se me ha caído el corazón otra vez,
y lo he roto.
La diferencia es
que esta vez sé que tengo que recoger solo algunos trozos,
y dejar que el resto se hagan polvo,
se rompan.
Tengo que dejar que vuelen.
Porque, si lo hacen,
sí que los echaré de menos
como al respirar.
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